En un episodio que ha estremecido tanto a la comunidad musical como a las familias que siguen de cerca el auge de la música urbana, la confirmación del asesinato de los artistas colombianos Bayron Sánchez Salazar (B-King) y Jorge Luis Herrera Lemos (DJ Regio Clown) en México ha puesto en el centro del debate la seguridad de quienes viajan al extranjero para perseguir sus sueños artísticos.
El caso comenzó a captar atención internacional el pasado 16 de septiembre, cuando ambos artistas desaparecieron tras salir de un gimnasio en la colonia Polanco, una de las zonas más exclusivas de la Ciudad de México. Sus familias, acostumbradas al espíritu emprendedor y la constante movilidad de estos jóvenes, nunca imaginaron que su gira promocional por tierras mexicanas acabaría en tragedia. Los cuerpos fueron hallados días después en el municipio de Cocotitlán, Estado de México, a más de 50 kilómetros de la capital, en circunstancias que las autoridades han vinculado con la violencia organizada que lamentablemente sigue afectando al país.
¿Quiénes eran B-King y DJ Regio Clown?
– B-King, de 31 años, nació en Santander y creció en Medellín, donde se consolidó como promesa del reguetón y el trap. Sus letras honestas, inspiradas en la vida paisa y la realidad de las calles, lo convirtieron en un narrador de la cultura urbana. Temas como “Destino” y “Qué Rico Besarnos” sumaron miles de escuchas digitales, mientras colaboraciones con sellos independientes fortalecían su reputación como artista auténtico. Su historia personal también estuvo marcada por episodios de tensión: en mayo de 2025, su ruptura con la DJ Marcela Reyes fue noticia tras denuncias de intimidación, un reflejo de los desafíos que enfrentan quienes se atreven a hablar con franqueza en la industria.
– DJ Regio Clown, por su parte, era un caleño de 35 años con una propuesta única: fusionar la electrónica, el hip-hop y la salsa. Jorge Luis Herrera Lemos se hizo un nombre en la escena underground de Cali, donde además de músico fue empresario, coach y guía espiritual para otros artistas. Su presencia en México no era nueva; durante meses colaboró en eventos y proyectos, siempre buscando tender puentes entre culturas y generaciones. En redes sociales, sus mensajes de empoderamiento y energía positiva resonaban con jóvenes que, como él, buscan abrirse camino sin perder la fe ni la identidad.
La investigación, que involucra tanto a las fiscalías mexicanas como a la diplomacia colombiana, apunta a posibles nexos con el crimen organizado, lo que ha provocado un llamado urgente a reforzar la protección de los artistas extranjeros y a revisar los mecanismos de seguridad en eventos musicales.
Tres reflexiones tras la tragedia:
1. La inseguridad sigue siendo una barrera para el intercambio cultural y el desarrollo de talentos jóvenes, especialmente para quienes viajan buscando oportunidades legítimas.
2. Los artistas son portadores de valores, sueños y esperanzas, y su pérdida deja una herida profunda en familias, comunidades y audiencias que creen en el esfuerzo y la superación personal.
3. La respuesta de las autoridades y la cooperación internacional serán clave para evitar que hechos como éste se repitan y para que el arte latino continúe siendo un puente de unión, no un motivo de luto.
En momentos como este, es fundamental recordar la importancia de la familia, la fe y el orden, así como exigir justicia y condiciones más seguras para quienes trabajan honradamente dentro y fuera de nuestras fronteras.
